miércoles, 28 de noviembre de 2012

Acrobacias

Recuerdo cuando era pequeña en los ochenta, aquellos programas de divulgación científica americanos en los que personas normales hacían cosas extraordinarias. Aquellos en los que empezábamos a oír a la persona contar su experiencia en inglés, por ejemplo, a una señora con su voz nasal: "One day, I was like guachu guachu guachu...", y a su voz se iba superponiendo la dobladora: "Estaba yo un día en la ciudad con mi hija, cuando se me escapó corriendo y se paró en medio de la calle. Ví con pánico que venía un camión gigante y estaba a punto de hacerla puré cuando, veloz como el rayo, me planté delante del camión, lo paré con una mano y lo lancé al río Hudson, mientras con la otra mano le metía la camiseta por dentro del pantalón a mi niña."
Y yo pensaba, anda vete, cacahuete. Ojalá eso de ver en peligro a la prole le diese a una un chute de adrenalina tal, que te aflorasen superpoderes y todo tuviese final feliz, pero la vida no es así.
Eso pensaba yo hasta esta mañana.

Otro documental me metió en la cabeza la idea de que las larvas en general, sobre todo las humanas, cuando empiezan a gatear y a moverse comienzan a manejarse en el mundo tridimensional y a entender los peligros que conllevan los lugares altos y todo eso. ¡JA! les digo yo. Fiaté y no corras.

Una vez situados en mi contexto mental de esta mañana, y una vez también que nos hemos dado cuenta de que veo demasiados documentales, os voy a contar finalmente lo que ha pasado.
Pues siguiendo nuestro ritual matutino, la Larva estaba muy sentada en el orinal que estába muy situado en lo alto del cambiador en el baño. Si hace unos meses no quería quedarse allí sentado, ahora no quiere levantarse. Yo le pregunto todo el rato -¿ya?. Y él me dice que no con la cabeza. Así durante bastantes minutos, sin que exista necesariamente una correlación entre el tiempo discurrido y lo que me encuentro en el orinal después.

El caso es que ahí estaba la Larva sentada sentadísima en su trono con aire impertérrito. Y yo dejo de observarlo un milisegundo y lo siguiente que sé es que tengo a La Larva boca abajo agarrada por la zona inguinal (veasé también, sus pelotas), más o menos a la altura de mi muslo y que con la otra mano estoy intentando atrapar un orinal repleto que da vueltas en el aire a camara lenta en plan satélite en el espacio, esparciendo heces por doquier.

¿Qué ha pasado? no lo sé. Debo de haberlo visto lanzarse al vacío con el rabillo del ojo... pero no lo recuerdo. Lo bueno es que lo he atrapado en el aire a velocidad supersónica y con una mano, ¡y pesa 11 kilos! Lo malo es que nos hemos tenido que cambiar los dos de ropa y echar las toallas y la alfombra de baño a la lavadora...

Es curioso como ahora confío más en el primer documental y mucho menos en el segundo...

Larva nihilista y supermadre en su número de la mañana...